1948 Llega a Madrid en plena posguerra. Durante cuatro meses dedica al dibujo diez horas diarias preparando el examen de ingreso en la Escuela de San Fernando. En junio es admitido. El primer contacto con la Escuela le produce una gran decepción. El ambiente intelectual es muy pobre, anclado en un academicismo amanerado e indiferente a lo que ocurre en Europa. Sus buenos recuerdos se los debe a las enseñanzas del escultor Manuel Álvarez Laviada, su maestro, y también a los pintores Joaquín Valverde, Daniel Vázquez-Díaz y al catedrático de Historia del Arte, Lafuente Ferrari. Gracias a ellos conoce la actualidad artística fuera de España.
1950 Quiebra la fábrica de curtidos y la familia, inducida por la madre y el hermano mayor, se trasladaa Barcelona. Él decide quedarse en Madrid ya que artísticamente le ofrece más posibilidades que Barcelona. Gracias a una beca de la Diputación de Oviedo y a algunos retratos de encargo, puede independizarse económicamente de su familia. Durante los cinco años de estancia en la Escuela trabaja apasionadamente, y en los tres primeros cursos obtiene el Premio de Estado. Madrid le proporciona una vida cultural intensa y en su tiempo libre acude al teatro, a recitales de poesía, a conciertos de música clásica y sobre todo visita incansablemente el Museo del Prado. En esta época conoce a Eduardo Capa, entonces profesor en la Escuela. Será el comienzo de una larga relación con uno de los principales fundidores de España.